martes, 15 de noviembre de 2011

Pajaritos pajaritos...


Revolotean sin parar; a veces más, a veces menos, y otras veces parecen dormidos, o casi en coma...pero siempre están. Yo tengo dos tipos de pájaros en mi cabeza: los cuervos; es decir, los malignos y dañinos, y los periquitos de colores; los que me provocan esos deseos que quiero que se hagan realidad.

Aunque todo parezca idílico en nuestra cabeza, o estemos viviendo una pesadilla en donde no existe el momento de despertar; en la vida real, cada periquito tiene un trozito de cuervo y cada cuervo,
un poco de periquito...algo así como el ying y el yang, para que me entendáis...

El problema del que os hablo, no sucede en el mundo real, sino  en nuestra cabeza; y es que cuando en ella revolotean cantidad de periquitos, resulta difícil verle las alas al cuervo y cuando nos sentimos protagonistas de la famosa peli de Hitchcock, es impensable hallar un pajarito de colores. Es en este momento en el que tenemos que pararnos a pensar de verdad. Sin pájaros, sin gusanos, sin hormigas...sin nada. Es el momento  de abrir la jaula y dejar que vuelen lejos para poder recuperar la cordura por lo menos, una temporadita.

Pensar esta bien;  imaginar, fantasear, recordar, planear, arrepentirte, llorar...pero nunca podemos olvidar que el mundo no se va a parar por nosotros, y que cuando esos pájaros empiezan a acumularse en nuestra cabeza, tanto que nos impide centrarnos en nuestra realidad, es el momento de vaciarla y VIVIR de verdad,  porque NADA, y ésto no es un cuervo, dura eternamente.

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